Charles Robert Darwin nació en Sherewsbury el 12 de
febrero de 1809. Su educación transcurrió en una escuela local y en su vejez
recordó su experiencia allí como lo peor que pudo sucederle a su desarrollo
intelectual. Ya desde la infancia dio muestras de un gusto por la historia
natural que él consideró innato y, en especial, de una gran afición por
coleccionar cosas (conchas, sellos, monedas, minerales) el tipo de pasión «que
le lleva a uno a convertirse en un naturalista sistemático, en un experto, o en
un avaro».
En octubre de 1825 Darwin ingresó en la Universidad de
Edimburgo para estudiar medicina por decisión de su padre; la hipocondría de su
edad adulta combinó la desconfianza en los médicos con la fe ilimitada en el
instinto y los métodos de tratamiento paternos. Sin embargo Darwin no consiguió
interesarse por la carrera; a la repugnancia por las operaciones quirúrgicas y
a la incapacidad del profesorado para captar su atención, vino a sumarse el
creciente convencimiento de que la herencia de su padre le iba a permitir una
confortable subsistencia sin necesidad de ejercer una profesión como la de
médico. De modo que, al cabo de dos cursos, su padre, dispuesto a impedir que se
convirtiera en un ocioso hijo de familia, le propuso una carrera eclesiástica.
Tras resolver los propios escrúpulos acerca de su fe, Darwin aceptó con gusto
la idea de llegar a ser un clérigo rural y, a principios de 1828, después de
haber refrescado su formación clásica, ingresó en el Christ's College de
Cambridge.
UNA NUEVA VIDA
Pero en Cambridge, como antes en Edimburgo y en la
escuela, Darwin perdió el tiempo por lo que al estudio se refiere, a menudo
descuidado para dar satisfacción a su pasión por la caza y por montar a
caballo, actividades que ocasionalmente culminaban en cenas con amigos. Con
todo, su indolencia quedó temperada por la adquisición de sendos gustos por la
pintura y la música, de los que él mismo se sorprendió más tarde, dada su absoluta
carencia de oído musical y su incapacidad para el dibujo (un «mal
irremediable», junto con su desconocimiento práctico de la disección, que
representó una desventaja para sus trabajos posteriores).
Más que de los estudios académicos que se vio obligado
a cursar, Darwin extrajo provecho en Cambridge de su asistencia voluntaria a
las clases del botánico y entomólogo reverendo John Henslow, cuya amistad le
reportó «un beneficio inestimable» y que tuvo una intervención directa en dos
acontecimientos que determinaron su futuro: por una parte, al término de sus
estudios en abril de 1831, Henslow le convenció de que se interesase por la
geología, materia por la que las clases recibidas en Edimburgo le habían hecho
concebir verdadera aversión, y le presentó a Adam Sedgwick, fundador del
sistema cambriano, quien inició precisamente sus estudios sobre el mismo en una
expedición al norte de Gales realizada en abril de ese mismo año en compañía de
Darwin; por otra parte, lo que es aún más importante, fue Henslow quien le
proporcionó a Darwin la oportunidad de embarcarse como naturalista con el
capitán Robert Fitzroy y acompañarle en el viaje que éste se proponía realizar
a bordo del Beagle alrededor del mundo.
En un principio su padre se opuso al proyecto, manifestando que sólo cambiaría de opinión si «alguien con sentido común» era capaz de considerar aconsejable el viaje. Ese alguien fue su tío -y futuro suegro- Josiah Wedgwood, quien intercedió en favor de que su joven sobrino cumpliera el objetivo de viajar que Darwin se había fijado ya meses antes, cuando la lectura de Humboldt suscitó en él un deseo inmediato de visitar Tenerife y empezó a aprender castellano y a informarse acerca de los precios del pasaje.
El 27 de diciembre de 1831 el Beagle zarpó de
Davenport con Darwin a bordo y dispuesto a comenzar la que él llamó su «segunda
vida».
EL VIAJE DEL BEAGLE
El objetivo de la expedición dirigida por Fitzroy era
el de completar el estudio topográfico de los territorios de la Patagonia y la
Tierra del Fuego, el trazado de las costas de Chile, Perú y algunas islas del
Pacífico y la realización de una cadena de medidas cronométricas alrededor del
mundo. El periplo, de casi cinco años de duración, llevó a Darwin a lo largo de
las costas de América del Sur, para regresar luego durante el último año
visitando las islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y
Sudáfrica. Durante ese período su talante experimentó una profunda
transformación. La antigua pasión por la caza sobrevivió los dos primeros años
con toda su fuerza y fue él mismo quien se encargó de disparar sobre los
pájaros y animales que pasaron a engrosar sus colecciones; poco a poco, sin
embargo, esta tarea fue quedando encomendada a su criado a medida que su
atención resultaba cada vez más absorbida por los aspectos científicos de su
actividad.
El estudio de la geología fue, en un principio, el
factor que más contribuyó a convertir el viaje en la verdadera formación de
Darwin como investigador, ya que con él entró inexcusablemente en juego la
necesidad de razonar. Darwin se llevó consigo el primer volumen de
los Principles of Geology de Charles Lyell, autor de la teoría
llamada de las causas actuales y que habría de ser su colaborador en la exposición
del evolucionismo; desde el reconocimiento de los primeros terrenos geológicos
que visitó, Darwin quedó convencido de la superioridad del enfoque preconizado
por Lyell. En Sao Tiago tuvo por vez primera la idea de que las rocas blancas
que observaba habían sido producidas por la lava derretida de antiguas
erupciones volcánicas, la cual, al deslizarse hasta el fondo del mar, habría
arrastrado conchas y corales triturados comunicándoles consistencia rocosa.
Hacia el final del viaje, Darwin tuvo noticia de que
Sedgwick había expresado a su padre la opinión de que el joven se convertiría
en un científico importante; el acertado pronóstico era el resultado de la
lectura por Henslow, ante la Philosophical Society de Cambridge, de algunas de
las cartas remitidas por Darwin.
La teoría sobre la formación de los arrecifes de coral
por el crecimiento de éste en los bordes y en la cima de islas que se iban
hundiendo lentamente, fue el primero en ver la luz (1842) de entre los logros
científicos obtenidos por Darwin durante el viaje. Junto a éste y al
establecimiento de la estructura geológica de algunas islas como Santa Elena,
está el descubrimiento de la existencia de una cierta semejanza entre la fauna
y la flora de las islas Galápagos con las de América del Sur, así como de
diferencias entre los ejemplares de un mismo animal o planta recogidos en las
distintas islas, lo que le hizo sospechar que la teoría de la estabilidad de
las especies podría ser puesta en entredicho.
Fue la elaboración teórica de esas observaciones la
que, años después, resultó en su enunciado de las tesis evolutivas.
Darwin regresó a Inglaterra el 2 de octubre de 1836,
desde su llegada hasta comienzos de 1839 Darwin vivió los meses más activos de
su vida. Trabajó en la redacción de su diario del viaje (publicado en 1839) y
en la elaboración de dos textos que presentaran sus observaciones geológicas y
zoológicas. Instalado en Londres desde marzo de 1837, se dedicó a «hacer un
poco de sociedad», actuando como secretario honorario de la Geological Society
y tomando contacto con Lyell. En julio de ese año empezó a escribir su primer
cuaderno de notas sobre sus nuevos puntos de vista acerca de la «transmutación
de las especies», que se le fueron imponiendo al reflexionar acerca de sus propias
observaciones sobre la clasificación, las afinidades y los instintos de los
animales.
Sus investigaciones, pronto le convencieron de que la
selección era la clave del éxito humano en la obtención de mejoras útiles en
las razas de plantas y animales. La posibilidad de que esa misma selección
actuara sobre los organismos que vivían en un estado natural se le hizo patente
cuando en octubre de 1838 leyó «como pasatiempo» el ensayo de Malthus sobre la
población, dispuesto como se hallaba, por sus prolongadas observaciones sobre
los hábitos de animales y plantas, a percibir la presencia universal de la
lucha por la existencia, se le ocurrió al instante que, en esas circunstancias,
las variaciones favorables tenderían a conservarse, mientras que las desfavorables
desaparecerían, con el resultado de la formación de nuevas especies. Darwin
estimó que, «al fin, había conseguido una teoría con la que trabajar»; sin
embargo, preocupado por evitar los prejuicios, decidió abstenerse por un tiempo
de «escribir siquiera el más sucinto esbozo de la misma». En junio de 1842 se
permitió el placer privado de un resumen muy breve -35 páginas escritas a
lápiz-, que amplió hasta 230 páginas en el verano del año 1844.
LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
Durante los primeros años de su estancia en Down,
Darwin completó la redacción de sus trabajos sobre temas geológicos y se ocupó
también de una nueva edición de su diario de viaje, que en un principio había
aparecido formando parte de la obra publicada por Fitzroy sobre sus
expediciones; en las notas autobiográficas que redactó en 1876, Darwin
reconoció que «el éxito de este mi primer retoño literario siempre enardece mi
vanidad más que el de cualquier otro de mis libros». De 1846 a 1854 Darwin
estuvo ocupado en la redacción de sus monografías.
El Beagle en la Patagonía
A comienzos de 1856 Lyell aconsejó a Darwin que
trabajara en el completo desarrollo de sus ideas acerca de la evolución de las
especies. Darwin emprendió entonces la redacción de una obra que, aun estando
concebida a una escala tres o cuatro veces superior de la que luego había de
ser la del texto efectivamente publicado, representaba, en su opinión, un mero
resumen del material recogido al respecto. Pero, cuando se hallaba hacia la
mitad del trabajo, sus planes se fueron al traste por un suceso que precipitó
los acontecimientos: en el verano de 1858 recibió un manuscrito que contenía
una breve pero explícita exposición de una teoría de la evolución por selección
natural, que coincidía exactamente con sus propios puntos de vista. El texto,
remitido desde la isla de Ternate, en las Molucas, era obra de Alfred Russell
Wallace, un naturalista que desde 1854 se hallaba en el archipiélago malayo y
que ya en 1856 había enviado a Darwin un artículo sobre la aparición de
especies nuevas con el que éste se sintió ampliamente identificado. En su nuevo
trabajo, Wallace hablaba como Darwin, de «lucha por la existencia», una idea
que, curiosamente, también le había venido inspirada por la lectura de Malthus.
Darwin puso a Lyell en antecedentes del asunto y le comunicó sus vacilaciones
acerca de cómo proceder respecto de la publicación de sus propias teorías,
llegando a manifestar su intención de destruir sus propios escritos antes que
aparecer como un usurpador de los derechos de Wallace a la prioridad. El
incidente se saldó de manera salomónica merced a la intervención de Lyell y del
botánico Joseph Dalton Hooker, siguiendo el consejo de ambos, Darwin resumió su
manuscrito, que fue presentado por Lyell y Hooker ante la Linnean Society el 1
de julio de 1858, junto con el trabajo de Wallace y con un extracto de una
carta remitida por Darwin el 5 de septiembre de 1857 al botánico estadounidense
Asa Gray, en el que constaba un esbozo de su teoría. Wallace no puso nunca en
cuestión la corrección del procedimiento; más tarde, en 1887, manifestó su
satisfacción por la manera en que todo se había desarrollado, aduciendo que él
no poseía «el amor por el trabajo, el experimento y el detalle tan preeminente
en Darwin, sin el cual cualquier cosa que yo hubiera podido escribir no habría
convencido nunca a nadie».
Ruta de viaje del barco Beagle donde Darwin estuvo dutrante cinco años.
Tras el episodio, Darwin se vio obligado a dejar de
lado sus vacilaciones por lo que a la publicidad de sus ideas se refería y
abordó la tarea de reducir la escala de la obra que tenía entre manos para
enviarla cuanto antes a la imprenta; en «trece meses y diez días de duro
trabajo» quedó por fin redactado el libro On the Origin of Species by
means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the
Struggle for Life, del que los primeros 1.250 ejemplares se vendieron el mismo
día de su aparición, el 24 de noviembre de 1859. Las implicaciones teológicas
de la obra, que atribuía a la selección natural facultades hasta entonces
reservadas a la divinidad, fueron causa de que inmediatamente empezara a
formarse una enconada oposición, capitaneada por el paleontólogo Richard Owen,
quien veinte años antes había acogido con entusiasmo las colecciones de fósiles
traídas por Darwin de su viaje. El obispo Samuel Wilberforce en calidad de
portavoz del partido de Owen ridiculizó con brillante elocuencia las tesis
evolucionistas, provocando una contundente réplica por parte de Thomas Henry
Huxley, zoólogo, que fue el principal defensor ante la oposición religiosa de
las tesis de Darwin, ganándose el sobrenombre de su bulldog. A la pregunta de
Wilberforce sobre si a Huxley le hubiera sido indiferente saber que su abuelo
había sido un mono, la respuesta inmediata fue, según el testimonio de Lyell:
«Estaría en la misma situación que su señoría».
A finales de 1881 comenzó a padecer graves problemas
cardíacos y falleció a consecuencia de un ataque al corazón el 19 de abril de
1882.
EL ORIGEN DE LAS ESPECIES
En 1859 Darwin público “El origen de las
especies”. La cual tiene por objetivo aportar una explicación
científica sobre la evolución o denominada “descendencia con modificación”.
Una de las etapas que más influyó en el fue su paso
por las islas Galápagos, donde encontró 14 subespecies distintas de pinzones,
que se diferencian únicamente en la forma del pico. Es decir, que cada una de
ellas, estaba adaptada a un tipo de alimentación y vivía en un hábitat
diferente en las diversas islas.
Darwin entendió que toda población consiste de
individuos ligeramente distintos unos de otros. Las variaciones que existen
entre los individuos hace que cada uno tenga distintas capacidades para
adaptarse al medio natural, reproducirse exitosamente y transmitir sus rasgos a
su descendencia. Al paso de las generaciones, los rasgos de los individuos que
mejor se adaptaron a las condiciones naturales se vuelven más comunes y la
población evoluciona. Darwin llamó a este proceso "descendencia con
modificación". Del mismo modo, la naturaleza selecciona las especies mejor
adaptadas para sobrevivir y reproducirse. Este proceso se conoce como
"selección natural".
Por lo que lo lleva a establecer que estas variaciones
pueden ser ventajosas o no en el marco de dicha competencia. Entonces la
conquista por los recursos necesarios para la vida, dará como resultado una
lucha que determinará una selección natural la cual favorecerá a los
individuos con variaciones ventajosas y eliminará a los menos eficaces.
Por lo que menciona que en cada generación se
van presentando diferencias hereditarias sin explicación aparente, que hacen
que los organismos evolucionen por selección natural. Las especies con mayor adaptación
al medio son las que se multiplican, mientras que el resto, se encamina hacia
su desaparición, lo que significaría una razón de supervivencia.
Por igual dijo que no hay dos individuos idénticos ya
que las diferencias surgen entre grupos, en ocasiones, por razones geográficas,
ya que las particularidades del medio hacen que adopten ciertas características
peculiares, y a veces existen tantas diferencias entre unas y otras, que se
hace imposible entre ellas, la reproducción. Llegado a este punto hablamos que
ya constituyen especies diferentes.
La teoría de la evolución que postuló Darwin tuvo un
enorme impacto en el pensamiento europeo de la segunda mitad del siglo XIX. Los
principales argumentos de El origen de las especies, que se publicó en
1859 son:
1. Los tipos biológicos o especies no tienen una
existencia fija ni estática sino que se encuentran en cambio constante.
2. La vida se manifiesta como una lucha constante
por la existencia y la supervivencia.
3. La lucha por la superviviencia provoca que los
organismos que menos se adaptan a un medio natural específico desaparezcan y
permite que los mejores adaptados se reproduzcan, a este proceso se le llama
"selección natural".
4. La selección natural, el desarrollo y la
evolución requieren de un enorme período de tiempo, tan largo que en una vida
humana no se pueden apreciar estos fenómenos.
5. Las variaciones genéticas que producen el
incremento de probabilidades de supervivencia son azarosas y no son provocadas
ni por Dios (como pensaban los religiosos) ni por la tendencia de los
organismos a buscar la perfección (como proponía Lamarck).
Para más información revisa la siguiente Bibliografía o videos:
Bibliografía:
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